Este mes no caemos en el pensamiento mágico si no por el contrario, en el desafiante arte de embellecer lo posible, de ponerle onda a la diaria. Un despertar donde la belleza no sólo es inherente al mundo, si no que se construye a partir de nuestra mirada y búsqueda de rituales para hacer de cada momento algo único.
Ilustra Flori Vidonna
Escribe Tofu
¿Qué es lo posible? Lo que hay, lo concreto, lo más tierra que nos rodea, lo que concretamente nos habita y adorna nuestra diaria. Eso que nos acompaña todos los días, lo que se repite, la fija, aquello que por momentos nos agobia. ¿Es posible resignificar y embellecer aquello que damos por sentado, lo que está siempre ahí?
La vida cotidiana está llena de esos momentos “muertos”que transitamos en piloto automático, ¿verdad? Esos a los que les decimos “es un trámite”. ¿Qué pasaría si nos tomamos el tiempo de hacerlos inolvidables o al menos no olvidables?
Algunos ejemplos:
- El camino al trabajo siempre igual, que se vuelve un paseo que despeja la mente.
- El momento de poner orden en la casa, que se torna una danza bella del orden con la música correcta, se canta, se baila, no se reprime nada, se limpian las energías y los pisos brillan.
- Ese momento engorroso de encarar el Excel mensual, ejem, que desafío, podría ser una cita con una misma en la mesa con la vista más tentadora de ese cafetín favorito donde pedimos la bebida que amamos como sólo ahí la saben hacer.
Pensé mucho en algunas cosas que nos hacen mucho bien, nos sanan, nos recuperan, nos ayudan a liberar y que están muy mal vistas socialmente. Las defiendo, las vivo, me pasan por el cuerpo. Aquí les dejo mi top 3:
3 hábitos con mala prensa que mejoran nuestra calidad de vida:
1. El ocio:
Buceando en el IG de Valentín Muro, me encuentro compartiendo fervorosamente una postura alrededor del tiempo libre… ¿Cuándo fue que pasó que el ocio esté mal visto? Un mundo donde los adictos al trabajo se ganan las cocardas de empleados del mes por pasarse de rosca con las horas-hombre extra.
A veces es difícil correrse de ese lugar, el sistema nos empuja al precipicio ese donde si no nos exponemos a jornadas laborales cuasi ridículas, caemos de la cornisa del reconocimiento a la condena social. También pasa que es difícil poner límites cuando tenemos jefes o clientes totalmente enchufados que nos piden más todo el tiempo.
También puede pasar y es un poco inevitable, que emprendemos por nuestra cuenta y algunos períodos, el arranque inicial o momentos específicos del año donde nuestro producto o servicio se mueve más, nos piden más tiempo de dedicación. Pienso en Monoblock y este momento concreto del año donde se lanzan las agendas del año entrante, ejem… luego les mandamos info.
Pero es muy loco, porque muchas veces la gente sólo frena y recapacita cuando surge algún tipo de problema: o se queda sin trabajo, o quiebra emocionalmente y entra en licencia o cuando surge un problema notorio de salud física.
Arianna Huffington, gurú absoluta de los medios norteamericanos, tuvo que pasar por una fractura de mandíbula producida por cansancio extremo para repensar su manera de vivir. A partir de este episodio y de pasar por una serie de médicos y profesionales en busca de respuesta, concluyó que lo suyo no tenía nada que ver con temas de salud física, si no con su manera vertiginosa de vivir la vida.
Huffington se hizo e investigó estas preguntas: ¿Qué es una buena vida? ¿Cuál es la verdadera definición de éxito? En un mundo laboral creado por hombres, suena lógico medir el éxito a partir de los ejes dinero y poder, ¿no? Pero desde la visión femenina, las que nos une aquí en este espacio, querida tribu, donde los valores son distintos, la idea de éxito no puede contemplarse si para acceder al mismo a estas dos variables hay que trabajar 24/7. Las cantidades escandalosas de trabajadores con burnout pueden dar cuenta de todo lo anterior.
A raíz de toda esta investigación, Huffington lanzó Thrive Global, una comunidad a escala mundial para difundir la importancia del buen descanso, del ocio, de que es posible producir y vivir prósperamente sin quemarse. Ya hablamos de ella en este blog, pero viene tan al caso y tiene un mensaje tan contundente para transmitir, que vale la pena refrescar su “journey” y ver esta entrevista.
En el otro wing, no se trata de caer tampoco en el famoso “tiene demasiado tiempo para pensar”, como sugiere este artículo de la BBC.
2. La queja:
La queja en la medida justa, como método de liberación, como variable para la descarga, es válida. Hay tipos y tipos que quejas, según este artículo del NY Times, que divide entre la queja rumiante, esa donde le damos vueltas a un mismo tema del pasado sin llegar a ningún lado y la queja referida a solucionar problemas: comunico algo que me aqueja, mientras voy viendo como lo resuelvo. También describe el tipo de queja que se expresa para liberar, como cuando abrimos levemente la tapa de la gaseosa y empieza a liberar aire y descomprimir.
En la medida en que somos conscientes del tipo de comportamiento que utilizamos, podemos ajustarlo para no caer en la queja sin sentido, que nos malcarga a nosotros y a todo aquel que tenga contacto cercano con nuestro pesar. Nadie quiere estar cerca de un quejoso que no hace nada al respecto.
El artículo también destaca algo que encuentro muy interesante: como sociedad no estamos incentivados a expresar nuestros sentimientos; la queja es una forma de hacerlo para buscar una oreja, complicidad, generar un diálogo con un otro donde podemos sentirnos escuchados, acompañados y hasta avalados.
Convengamos que es mucho más saludable sacar lo que nos molesta y nos pesa afuera, que tenerlo guardado adentro. Todo lo que queda trabado se anquilosa. Hace unos años tuve una profesora de yoga que decía “putear está bien”. Así de yóguico como lo leen. Contaba que tenía un vecino de casa contigua que era una gran persona, buen compañero, buen vecino, pero que de tanto en tanto se sacaba con algo (no sabemos qué y no importa) y maldecía de lo lindo. Se escuchaba de patio a patio y seguramente varios patios más allá. El señor liberaba toda la porquería de adentro, decía cualquier barrabasada, luego de un rato, no se oía más nada. Al próximo encuentro barrial, seguía siendo un encanto.
Por último y para darle dato científico al asunto y que no parezca una valoración meramente personal, también encontré en este otro artículo en Psychology Today que afirma que la queja es una respuesta natural del cerebro que piensa siempre primero negativamente. Say what??? Si, el mecanismo de supervivencia de la mente humana, trabaja siempre pensando el peor escenario para asegurarse la mejor defensa. El ratio de pensamiento negativo vs pensamiento positivo es de 5 a 1, así que podríamos decir que los optimistas son verdaderos neurohackers.
3. La siesta:
En el último de los ítems que crisparían a los superproductivos que no paran, está uno de mis hábitos favoritos, la siesita express de todos los días. Me pueden decir que es un hábito de bebé, de gente de pueblo, lo cierto es que los días que logro concretar una power nap, mis tardes son completamente distintas. Soy mejor persona, mi performance laboral mejora enormemente, llego mejor al final del día y tengo resto para compartir ese momento de ocio del fin del día con mi hija, sin caer redonda a los 5 minutos de la serie que se supone, estamos viendo juntas.
Mil disculpas a las que no saben parar, pero aquí, la ciencia, también me avala: estudios demuestran que las personas que sostienen este hábito mejoran su capacidad cognitiva, su capacidad vascular y su memoria. Y no se trata de una siesta épica con pijama de seda y dentro de las sábanas: con unos 20 minutos a media hora de posición horizontal y silencio, cambian todo.
Hoy hablamos de 3 cosas que están mal vistas porque no tienen que ver con la productividad de manera directa, ni con las fachadas, ni con el deber ser, ni con lo que los otros esperan de nosotras. Tienen simplemente que ver con nuestro propio bienestar y estoy segura de que nadie las va a incentivar si no somos nosotras mismas.
Aprender a parar, a escucharnos, descansar, para ser más felices y funcionar mejor. ¿Para quién? Para nosotras. Las dejo con una frase que encontré en Instagram (no me pregunten dónde, perdí rastro) y que va de la mano de esta propuesta:
¿Qué pasa si ahora no hay nada para resolver?