¿Cómo hacemos para vinculamos más amorosamente con nuestro caótico entorno urbano? ¿Es posible volver a enamorarse de la gran ciudad? ¿Cómo hacemos para vivir el lugar de residencia con más liviandad?
Por Tofu
La mayoría de nosotras vivimos en grandes ciudades o muy cerca de ellas. Y a veces y por múltiples razones no se nos da tan fácil eso de hacer una escapada, tener el contacto que nos gustaría con espacios naturales, recreativos o de despeje. Muchas veces tenemos que encontrar nuestro remanso dentro del espacio urbano. ¿Y por qué habríamos de hacerlo? Porque sin cuidado personal no hay salud mental que se sostenga; y aquí no hablo de skin care precisamente, si no de equilibrio interior.
Ahora, cosas a tener en cuenta: está en cada una de ustedes que se hagan el espacio para ponerlas en marcha. El “no tengo tiempo” es muchas veces “no me hago el tiempo”, “priorizo otras cosas”, “postergo mis espacios personales”, “los otros siempre están primero”.
Y si algo me enseñó volar en avión, es que incluso las madres deben ponerse primero la mascara de oxígeno. Inclusive antes que a sus propios hijos. Porque si una no se “salva”, tampoco puede ayudar al otro.
Así que las invito primero a reevaluar la lista de prioridades de sus agendas y luego a pensar qué ideas les despiertan los próximos recursos:
“Si una no se “salva”, tampoco
puede ayudar al otro.“
Si vivís en alguna de las ciudades principales del país o de otros, la búsqueda es sencilla. Cualquier ciudad como Buenos Aires, Montevideo, Córdoba, Rosario Santiago de Chile o Mendoza goza de un jugoso caudal de propuestas culturales, gastronómicas, de aventura incluso si viajamos una o dos horas.
Wanderlust urbano:
El wanderlust es un concepto que describe a ese gusto por moverse, viajar, caminar y recorrer. En la actualidad, se lo utiliza más referido en relación a los millennials movedizos que hacen del viaje su estilo de vida. Pero su origen proviene del término alemán “wandern” que significa caminar, y “lust” que significa pasión.
Si llevamos este término a nuestra diaria, podemos encontrar múltiples formas de activar el músculo viajero sin pagar un ticket de avión. ¿No les pasa que un día se mueven hacia la otra punta de la ciudad porque tienen un evento, una fiesta y de pronto se encuentran con un paisaje que las hace sentir turistas en su propia localidad? De eso se trata.
Estas propuestas no están relacionada con encontrar espacios naturales precisamente, si no con renovar la mirada de la propia ciudad tal cual es.
Acá les dejamos algunas ideas:
- Explorar Vecindarios: Uno que quede lejos, pero que tenga una cosa que nos interese y a partir de eso desarrollar toda una jornada a su alrededor.
Por ejemplo: Una expedición a ver la última muestra de Fundación Proa y yaquestamos recorremos La Boca, incluyendo algún bodegón, el paseíto turístico clásico, un buen mercado local y alguna galería de arte. - Gastronomía Urbana: Post pandemia, todas las grandes ciudades vieron estallar a los barrios no tan céntricos de pequeños polos gastronómicos, ferias fijas e itinerantes, mercados, pop ups y parques de food trucks. Hoy cada barrio, al menos en Buenos Aires y sus alrededores, tiene su circuito gastro con su café de especialidad, su parri gourmet, el pequeño bistró, el restito canchero de cocina saludable, el de autor, un bodegón actualizado y el pequeño almacén de vinos y platitos. Elegí un barrio y armá tu mapa.
- Tour Arquitectónico: Hay barrios para ser caminados con los ojos apuntando hacia arriba. Desde gemas de la arquitectura de inspiración francesa en el centro de Buenos Aires, pasando por los chalés y veredas de césped de barrios del Conurbano.
Si están en plan más arquitectura bizarra, los barrios residenciales como Villa Devoto y Barrio Parque, tienen grandes exponenciales de estilos de fin de siglo que arrancan en el Mid century virando hacia el Chalé ochentero, el imponente y polémico estilo de casa narco y estéticas más recientes como Menemato temprano (listo, lo dije!). Hay sorpresas para todos los paladares y fachadas donde una nunca comprenderá cómo fue que fueron aprobadas por sus propietarios. - Viajes Temáticos: Elegí un tema que te interpele y armate la ruta. Por ejemplo: “Domingo nipón”. Pasate a ver una expo de Ikebana en el Centro okinawense, un paseo y almuerzo en el restó del Jardín Japonés, de postre unos dorayakis y mochis callejeando por el Barrio Chino, cerrando el día con una ceremonia del té en Furaibo.
- Turismo Sostenible: Baratito y para volver a casa con los cachetes rosados. Parques, reservas en la ciudad y en las afueras. Recomiendo armar un buen picnic, sumar entretenimiento, libros, juegos y elementos para sumar actividad física (mat, paletas, pelota, elástico y sogas para saltar, etc).
Flânerie très chic, por Baudelaire:
Los franceses utilizan un término bastante parecido al wanderlust alemán, se llama flâneur, que significa paseante, callejero. Ese hábito de deambular o vagar por las calles sin rumbo, sin objetivo, con total apertura y registro del entorno y con la capacidad de asombro disponible para registrar todas las impresiones que le salgan al paso.
Y acá entran ustedes, queridas happimessies, porque si el viaje o el paseo no las lleva fuera de su diaria, entonces las invito a que acerquen el viaje a su rutina.
El concepto que popularizó el poeta francés mientras recorría las calles del París del siglo XIX, fue retomado y expandido por el filósofo Walter Benjamin. Acá les acercamos algunas de sus propuestas, actualizadas, claro.
- 1. Caminar lento: si, claro que por la calle Florida y en hora pico se vuelve complejo, pero por las calles más residenciales de Villa Urquiza a la hora de la siesta o por el Microcentro mismo en un día no hábil, la historia es otra.
- 2. Paseo nocturno: ¿qué imagen tiene la ciudad con luces artificiales? Cuando los habitantes se retiran, las tiendas cierran, sólo los que viven la noche pueden saborear de las calles sin el bullicio del turno diurno. Quizás sea salir a correr en este horario, un paseo tradicional o un paseo extendido del can hogareño. Mirar tiendas cerradas, jardines que inspiran los nuestros detrás de sus rejas. Todos planes que de noche tienen otro matiz.
- 3. Pasear sin mapas digitales: claro que la parte de la música acompaña y a esta altura nadie tiene ni discman (se me cayó el DNI acá) ni reproductor de mp3, ¿verdad? Pero si resolvermos ese asunto, (quizás sea simplemente entrando en modo avión), ¿qué mejor que recorrer la ciudad sin mapas? Perdernos elegantemente entre las calles de un barrio residencial, volviendo a la misma esquina sin entender cómo fue que sucedió, no hay nada más flâneur que eso.
Este artículo incluso propone recorrer las calles copeteadas. Así como leen. - 4. Un parate para observar: ¿por qué será que paramos a observar cuando recorremos ciudades ajenas y no lo hacemos en la propia? Un cafecito a solas sin distracciones, un parate en el kiosco buscando otros humanos en conversación casual, un copetín de pasada. Consumir en la calle, el adentro afuera y el afuera un poquito adentro. Placeres de ciudad que llegaron con la pandemia y todo incorporamos para el futuro.
- 5. Registrá todo: tené un sketchbook siempre en la mochila, espacio libre en el celu para poder graba archivos de voz, un cuaderno con una linda lapicera de tinta para describirlo todo, la cámara de tu celu o tu propia cámara digital.
La capacidad de observación y registro extra que despierta cualquiera de estas herramientas en nuestro recorrido enriquecen nuestra experiencia y seguramente nos encuentren volviendo a casa con una mirada nueva de nuestro entorno.
La ciudad es un contexto que puede verse desordenado y hasta confuso a veces, pero que bien está lleno de capas y niveles de lectura por descubrir. Correr el velo de lo obvio, lo más visible, para reconectar con el lugar donde vivimos.