La impermanencia de todo hace que vida se parezca más a un cuadro de Pollock que a los cuadraditos de Mondrian: la vida es más como un vaso de vino tinto arrojado por descuido sobre el blanco mantel, que un cajón de tangas dobladas en cuadraditos y ordenadas por color. Es cierto que lo controlado y organizado nos relaja, ¿pero hace falta ser tan “cuadradito” para sentirse seguro? ¿Qué espacio dejamos en nuestra vida para lo impredecible, para soltar el control?
Desde que arrancó Septiembre no paro de leer posteos sobre el orden (Virgo season mode on). Pero hay gente que tiene que trabajar en el sentido inverso y permitirse no colapsar ante un poco de caos. No solo en la limpieza real de un espacio, sino en su mente. Muchas veces la obsesión por la pulcritud y el orden revela ciertos pensamientos obsesivos: intolerancia a la incertidumbre, perfeccionismo, rigidez. Y si, en tal caso a veces es más sano aprender a vivir con un poco de “mugre”. Hablo por mi propia experiencia: yo tuve que aprender a dejar los platos sucios en la bacha. A veces es simplemente más sensato aprovechar las horas de sol (o de niñera) para otra cosa.
Pero desmitifiquemos un poco, ¿qué es mejor para llevar adelante una vida felizmente creativa? ¿Un orden apaciguador que permita mantener el foco para llegar con la energía suficiente a todos los compromisos de la vida, o un desorden creativo que invita a la serendipia pero te deja presa de un calendario errático y tiempos incalculables?
El otro día mi amiga @tofucita hizo un posteo que me resonó en este sentido. En él hablaba de sus múltiples intereses y cómo su mente vagaba de una actividad a la otra sin solución de continuidad más que su propia existencia: ella es el link entre todas esas situaciones aparentemente inconexas, la única que le da sentido a la amalgama de sus días. Ella estima que los otros la perciben como una persona fuera de foco, poco comprometida o que no sabe realmente lo que quiere. Por supuesto que me identifico con ella, al 100%. Sobre esa premisa nace Happimess, mi desorden feliz. Pero imaginen la tensión entre tener una mente divagante y la necesidad emocional de un orden espacial. Es imposible irse a dormir, ¡la lista de pendientes es siempre eterna! Fundamental aprender a negociar con la necesidad de lograrlo “todo”. Cosas quedarán en el camino.
Lxs que estamos en la vereda del multitasking miramos con anhelo la capacidad de ejecución de la gente que sabe enfocarse. El problema es que conozco poca gente que pertenezca a ese selecto grupo de seres presumiblemente humanos. La mayoría de la gente que conozco se inclina hacia la dispersión. Y eso me puso a pensar: ¿será que esta imagen de persona súper productivizada es también un espejismo, como el mítico cuerpo 90-60-90, y en verdad somos todos inconsistentes mariposas revoloteando de flor en flor? Quizás antes, la vida tenía menos flores en las que perderse, pero teléfonos inteligentes mediante, ese bote ya dejó nuestro puerto.
Les dejo un pedacito del texto de Tofu que me pareció hermoso:
“Es como ese masala que te trajiste de un viaje y te prometieron que tiene casi 30 especias y no la podés creer lo increíblemente delicioso que és y nunca lo podrás reproducir aunque intentes. En ese blend único, que debe haber tomado muchísimas horas de pruebas y testeo, es donde sucede la magia; y en mi malasa personal, cuando me decantan las grandes ideas. Así que elegí abrazar que me toma más terminar tareas, porque necesito de esa variedad de planos, pero cuando cierro, lo hago en varios niveles en simultáneo.
Donde existe la variedad, hay riqueza; y la riqueza es abundancia.“
Eso me hizo click: sospecho que la veneración de la especialización y el orden es una estrategia para alejarnos de nuestra hermosa, rica, fructífera complejidad. Y que en verdad existe una especialización a posteriori: una vez que maduramos nuestro masala somos súper especialistas… en ser nosotrxs.
Quizás aún le ponemos demasiado valor a la eficacia o eficiencia con la que podemos resolver un problema (más rápido o usando menos recursos), y no tanto valor a la efectividad con la que podemos hacerlo (qué tan buena solución es). Quizás el resultado no es en sí mismo complejo (al fin y al cabo, un masala es a la vista solo un polvo), pero necesita nutrir su base de más de un ingrediente para ser un polvito extraordinario.
Pensalo así: cuando sos un masala con patas, podés ir echando tu polvo mágico de hadas sobre todo lo que hacés, con mucha liviandad. Pero juntar tus 30 especias lleva tiempo, curiosidad y dispersión. En la dispersión se te van a volar algunos patitos, no todo va a entrar en tu mix. Pero si aprendés a cuidar el resultado de lo que sí decanta, tu mix es “oro en polvo”.
Como dice la canción de Indeep, Last Night a DJ Saved my life:
There’s not a problem that I can’t fix
‘Cause I can do it in the mix
¿Cuál es tu mix? ¿Te animás a ponerle un nombre a tu masala?
PS: sigan a Tofu para más textos vuela-cerebros.