Seguimos en el mes de la audacia con las voces de las colaboradoras de la tribu. La natación como acto de coraje, la tela como invitación al vuelo personal. Dos actividades con el cuerpo que arrancan como actividades extra y terminan despertando grandes transformaciones.
Ilustra Leilen Hid Hamed
Escriben Maite Cepeda y Yazmin Conejo
Esta semana le toca a dos nuevas colaboradoras de la Tribu contarnos su momento audaz en el agua y en el aire.
Aprendiendo a Nadar en el Vaso de Agua:
El verano nunca fue lo mío. Presión baja, calor, insectos. Mi hábitat natural siempre fue adentro, con el aire en 20°C, y leyendo un libro. O al menos así lo pensé toda la vida, porque más específicamente, el agua nunca fue lo mío y en el imaginario popular “verano equivale a pileta”. De chica a lo mejor disfrutaba flotar o algo sencillo de ese estilo, pero la sensación de sumergir la cabeza me generaba una angustia importante que fue aumentando con los años. Normalicé eso y meterme a la pileta se convirtió en una especie de “toco y me voy” en el cual me refrescaba y después salía corriendo a la velocidad del rayo a sentarme a la sombra y leer.
Fast forward al año 2020.
Cumplí los treinta en pandemia, trabajando desde casa entre 10 y 14 horas por día, durmiendo mal y con los nervios a mil. De repente todo lo que había logrado en la vida me pareció insignificante y fue como si me hubiera agarrado un “dementor”, esas criaturas que absorben la felicidad de las personas en los libros de Harry Potter. ¿Qué había hecho con esos treinta años que estaba cumpliendo?
La idea de terminar la carrera universitaria, a tan solo 4 finales, me parecía ridícula. Mi trabajo no me generaba ningún placer, lejos del aula, sin contacto real con mis alumnos. En mi vida personal no había ni un proyecto posible o que me entusiasmara, y menos después de lo que estaba pasando en el mundo. Hormonalmente estaba para atrás, después de años y años de anticonceptivos, y meses de pastillas para dormir. La presión social por casarme y tener hijos me empezó a pesar un montón: ¿se me estaba pasando el cuarto de hora? Y como “frutillita del postre” reapareció con toda su artillería pesada mi viejo fantasma personal: el trastorno alimentario que había logrado controlar hacía 10 años.
En mi mente la nueva década significaba que estaba envejeciendo, y ahora sí mi cuerpo iba a terminar de entrar en decadencia, y para cuando decidiera dejar de priorizar mi trabajo y ser madre, iba a ser muy tarde y nunca me iba a poder recuperar físicamente de algo así.
Pausa.
Leyendo esto dos años después siento que no era para tanto. En retrospectiva obviamente no estaba sola en esto, y mucha gente se sentía igual, luchando con su salud mental, su vida familiar, y con el sentido de vivir en sí. Es difícil pensar que lo que me pasó fue importante, y más cuando tantos en el mundo, e incluso personas cercanas a mí, estaban atravesando crisis mucho peores, como perder a seres queridos. Pero en ese momento, lo que hoy me parece un mal trago pasajero, era un pozo negro del cual no podía salir. No lograba poner en perspectiva que estaba sana y mis seres queridos también, que tenía un trabajo y un techo, y que eventualmente esto iba a pasar. Lo trabajaba en terapia, pero sin mucha esperanza. Me estaba ahogando en un vaso de agua.
Eventualmente, la situación con el COVID-19 fue mejorando de a poco y los comercios volvieron a abrir. Los clubes volvieron a recibir gente. Otra vez había clientes merendando en los bares, y gente corriendo en la plaza. Fue así que una tarde, mientras miraba Instagram, apareció la publicidad del natatorio local que acababa de reabrir sus puertas, y tuve una especie de “epifanía” (si es que se le puede llamar así).
Cansada de darme manija con que no había nada hecho nada que me enorgulleciera realmente en mis 30 años salvo aprender a manejar, con los bronquios hechos pedazos por el asma, y sin poder mirarme al espejo sin tener ganas de vomitar, pensé en mi novio, nadador entusiasta, que había empezado a ir a la pileta cada dos días nuevamente. Pensé que le estaban pasando cosas muy difíciles en la vida, y sin embargo tenía el coraje de salir de casa y meterse en el agua un rato, como para escaparse un poco del mundo. Y pensé en toda la gente que hacía lo mismo y lo disfrutaba, en invierno y en verano también.
Como una revelación, entendí que ese lugar mental/emocional oscuro y angustiante donde estaba metida, era en realidad mi zona de confort. ¿Qué pasaría si yo nadara también? Era una idea que iba completamente en contra de mi naturaleza, pero lo mejor yo no era naturalmente una fóbica del agua a la que no le gustaba usar bikini en público. A lo mejor podía ser diferente de como había sido por 30 años. Después de todo, siempre podía dejar si no me gustaba, pero valía la pena intentarlo al menos por salud: la natación es uno de los deportes más completos y ayuda con el asma, la movilidad, no tiene impacto, entre otras ventajas que todo el mundo veía menos yo. Cada vez que alguien me lo recomendaba, era un rotundo “no”. Esta vez me anoté a las clases sin demasiadas expectativas, total no había nada que perder.
“Entendí que ese lugar mental y emocional oscuro y angustiante donde estaba metida, era en realidad mi zona de confort.”
La tarde que empecé a nadar estaba sola. Toda la pileta para mí. Por lo menos nadie más que el profe me iba a ver en malla. Un sudor frío me corría por la espalda mientras me ponía la gorra y las antiparras. Pensar en la profundidad de la pileta me daba ganas de salir corriendo. De repente entró Facundo con una sonrisa: “Vamos despacio. ¿Qué música te gusta escuchar?” Mientras sonaba “Yellow Submarine” de los Beatles arranqué a meter la cabeza abajo del agua, y después a flotar y después a desplazarme con una tablita en la mano. La vergüenza era sobrecogedora por momentos. “¡Tengo 30 años!”, pensaba. “Tengo 30 años y este chico me está enseñando a no ahogarme, como si fuera una nena.”
Sí, me sentía incómoda haciendo todo desde cero, y después de años de batallar contra mi propio cuerpo estoy algo resignada a que mostrarme en traje de baño nunca va a ser una experiencia agradable para mí. Pero la pileta dejó de ser un pozo profundo lleno de agua que amenazaba con ahogarme. El pozo estaba en mi mente. Cuando creía que no iba a poder llegar nunca al “lado hondo”, llegué.
“A veces ser audaz puede ser algo tan simple como hacer esa pequeña cosa que aparentemente todo el mundo hace y vos misma nunca creíste que harías.
Maite Cepeda
Cuando creía que nunca iba a poder nadar “crol”, nadé. Fui sumando metros todas las clases y llegaba a casa exhausta, pero satisfecha con mi progreso, a paso de tortuga, pero progreso al fin. Un día incluso, contra todo pronóstico, junté coraje y me tiré desde el borde (caí con la cara chistosamente y me dolió un montón, pero eso no importa). Conocí gente nueva; gente que nadaba por salud, por bienestar, o gente que nadaba para vencer el miedo, igual que yo. Dejé de toser por las noches. Dejé de pensar tanto en vomitar cada vez que comía. Dejé de pensar que mi vida era un fracaso sin sentido.
Este verano fue sofocante, pero por primera vez en 30 años me metí a la pileta sin miedo, me paré sobre los hombros de mi novio y me zambullí sin pensar tanto. El agua se metió en mi nariz, y toqué el fondo de la pileta con la mano. Tomando fuerzas, me impulsé y cuando salí a la superficie entendí todo, con una sonrisa en la cara. A veces ser audaz no es hacer algo extraordinario que nadie más hizo: puede ser algo tan simple como hacer esa pequeña cosa que aparentemente todo el mundo hace y vos misma nunca creíste que harías.
Coraje para trepar en el aire, coraje para volar desde la propia casa:
Ser audaz no es hacer siempre cosas locas o intrépidas, ser audaz puede estar incluso en pequeñas decisiones que cambien el curso del camino. En cuando tomas las riendas y te conviertes en tu propio héroe.
Comienzo a escribir a finales de julio, y caigo en cuenta de que ya estamos enfilándonos otra vez hacía la última parte del año, la cabeza me da vueltas y me hace pensar en los propósitos del año pasado ¿cuáles he realizado, cuáles me faltan aún? Esto me pasa siempre y no creo ser la única.
Personalmente agosto me parece un mes con mucha fuerza. Seguramente es por la energía de Leo desbordando, que nos provee de una microdosis necesaria de ánimo para cerrar pendientes y nos da el empujón hacia la recta final del año.
Y es esta energía leonina de agosto la que en este momento me hace resonar con “ser audaz”, como una actitud que se asume definitivamente más allá del signo zodiacal, y miren que se los dice una piscis.
¿Cómo asumimos el ser audaz?
Hace 5 años, comencé a practicar danza aérea. Es una actividad de la que me enamoré en mis años de estudiante en La Plata, cuando veía en verano a las chicas colgar sus telas de colores en los árboles de las plazas. Para mé era mágica la posibilidad de poder volar.
Comencé a practicar “tela” a mis 29 años teniendo todo en contra y no hablo solo de la edad pues todas mis compañeras de clase tenían de 10 a 15 años menos que yo, sino que nunca había practicado ningún deporte. Con flexibilidad, resistencia y fuerza en cero, poco a poco logré realizar mis primeros trucos. Ahora vuelo en las telas como si fueran una extensión mía, es algo que ya no quiero dejar de hacer. Me siento intrépida en las alturas la mayor parte del tiempo aunque a veces me da una sensación de miedo cuando hay algún descenso con muchos amarres o figuras de armado difícil.
Hace unos meses buscando trucos nuevos descubrí a una mujer en TikTok llamada Adri que con 62 años también hace danza aérea, la veo en el aire practicando figuras y descensos igual que una niña de 15 años ¡Díme que esto no es audacia!
Pero, como dije, ser audaz no es solo hacer cosas intrépidas. Es una actitud que rompe con el deber ser, tanto en el amor, en las amistades, en el ámbito laboral o profesional para ir en busca de lo que nos hace felices. Implica reflexionar respecto al abanico de pros y contras al salir de la comodidad del “más vale malo conocido que bueno por conocer” y afrontar lo que conlleva aquello que elijamos.
“Ser audaz no es sólo ser intrépida. Es una actitud que rompe con el deber-ser, tanto en el amor, en las amistades, en el ámbito laboral o profesional, para ir en busca de lo que nos hace felices.”
¿Realmente soy audaz?
Hace 2 años, antes de que la pandemia nos tomara por sorpresa, yo creía que mi vida tenía un rumbo firme y definido y ¿quién no creyó lo mismo?
Estaba inmersa en rutinas ya establecidas que no me permitían ver más allá de lo cotidiano. Tenía un trabajo relativamente estable, el entrenamiento de telas, amistades que había conocido en persona en diferentes momentos y lugares, mis estudios casi terminados.
Pero el quiebre de esa vida normal me llevó, como a muchos, a replantear todo. Lo más dificil fue reconocer que para tomar el control, no de las cosas extrernas sino de mi, era necesario soltar, un proceso en el que aún estoy trabajando.
Durante esta última temporada metida en el homeoffice (llevo casi 3 años trabajando desde casa), el internet comenzó a ser una posibilidad de conexión como nunca antes imaginé. Formé un grupo de amigas con chicas que no conocía, con profesiones diferentes a la mía (médica, arquitecta, diseñadora, comerciante, mercadóloga, profe de yoga) y ni siquiera vivían en mi misma ciudad. Solo teníamos en común que todas tenemos gatos y en el universo de las redes sociales nuestros gatos son amigos. Y un día de pronto, ya éramos como hermanas brujas en complicidad, haciendo rituales, planeando viajes y negocios que ya están en puerta.
La tribu Happimess se volvió también parte importante desde la virtualidad, de mis mañanas los lunes en clubhouse y en las historias e Instagram. Tanto que ahora estoy aquí escribiéndote, y mira que confieso que tuve mucho miedo de proponerlo, pero me lancé.
Hace tiempo quise empezar a aprender sueco, pero por tiempo y desidia nunca lo hice. También comencé a dar clases online. Mi primer reto fueron las clases de francés, las cuales no me animaba a enseñar porque pensaba que todavía no tenía un nivel perfecto. Mi segundo reto fue continuar dando clases de español a extranjeros, ahora en el plano virtual. Enseñando estas clases me siento muy cómoda, pero el desafío constante es crear sesiones donde se reconozca la conexión de las experiencias de vida de los estudiantes con el lenguaje.
Trabajando con esta dinámica tuve una clase recientemente con el tema de “ser audaz”. Le pedí a uno de mis estudiantes que me contara un momento donde se sintió audaz y que complementara ese momento con una canción. Me contó su historia de amor llena de obstáculos. Dos chicos enamorados y audaces, que han puesto como escudo su corazón para enfrentarlo todo y la canción que eligió fue Héroes de David Bowie.
Resonó tanto en mi que no pude dejar de pensar que el ser audaz y arriesgarse no debe entenderse como algo malo o impulsivo, es sólo estar dispuesto a tomar las riendas y ser tú el Héroe de la historia. Ese Héroe como decia Bowie “just for one day”, pero repitiéndotelo todos los días.
Y tú ¿Si tuvieras que crear una playlist que te haga sentir audaz, con cuál canción empezaría?
Yazmin Conejo
Este mes, premiamos a las audaces happimessies que se animan a compartir su creatividad con un premio de Happimess, Nescafé y Chocolates Nestlé. ¡Felicitaciones Yazmin, Maite y Leilen! ¿Quiénes serán las próximas en animarse?
2 comentarios
Muchas gracias por este pequeño (enorme) pedacito de cielo que nos comparten. En particular, este año ha sido un poco caótico. Termine mi carrera en febrero y comencé a trabajar en abril. Contenta ya que lo que hago se relaciona con lo que estudie, sin embargo, como siempre, desbloqueé nuevos desafíos e inseguridades. En este momento estoy comenzando a vislumbrar esas nuevas montañas desde la llanura. Particularmente hoy pude pararme, respirar, leerlas a ustedes y decidir encaminarme, así que, de nuevo, muchas gracias. Si tengo que elegir una canción es Soul Searchin de Dafuniks y Particle Man (https://open.spotify.com/track/4KPs0jUlIszf2osVsfEGbM?si=5c17c3748869453c). Suelo escucharla cuando camino por Córdoba, me da mucha confianza y fuerza y me anima a pensar en más, a adentrarme en el mundo de la audacia. Saludos bellezas!
Hermoso Cata! Gracias a vos por tu mensaje que nos anima a seguir compartiendo, con más convicción que nunca!
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