Un cambio profundo en la vida, atravesar un período de mucho estrés, una condición o una situación que pasó factura en el cuerpo y otras situaciones en las que perdemos la conexión con nuestra imagen personal y necesitamos recuperarla. ¿Qué pasa si cuando lo que me devuelve el espejo no acompaña lo que siento… y fantaseo con medicina estética?
Por Vik Arrieta
Quizás te pasó, quizás no. Pero estoy bastante segura que en algún momento es probable que te pase (es estadístico y a boca de urna): un día te vas a mirar al espejo y vas a fantasear con que algún método maravilloso (y no necesariamente mágico) te deje más cerca de tu imagen “ideal” (esa que está en tu memoria como el registro de “quién sos vos”, aunque el espejo te diga otra cosa). Quizás lo dejes en stand-by, en la categoría de “fantasías que no pienso concretar” o quizás esa vez te animes a dar un paso más y averiguar. Un mail, una consulta presencial para las envalentonadas, pedirle por lo bajo un poco de guía a alguna conocida que se animó a confesar públicamente que tiene “doc de estética” o stalkear a las influencers que con total desparpajo cuentan públicamente sus aventuras en los gabinetes. ¿Por qué la medicina estética tiene tanto “protocolo social”? ¿Por qué no pensamos en sus procedimientos como equiparables a una buena ortodoncia o a un buen “corte y color”? ¿Por qué está bien pintarse el pelo de magenta pero nos da vergüenza una criolipólisis o un aumento o reducción de mamas?
Un día me pasó todo eso, por el cuerpo y por la cabeza. Y me dí cuenta que había una ensalada de expectativas y mandatos, discursos de deconstrucción feminista y deseos y emociones que todavía no encontraron un espacio de discusión abierta y ¿sinceramiento? en mi vida. Así que me propuse indagar. En esta nota te invito a que indagues conmigo. Spoiler alert: me voy a ir por todas las ramas.
Los mandatos sobre el cuerpo
En los últimos años se han revisado y reescrito todos los discursos sobre el cuerpo (o la cuerpa). El feminismo le puso la manito de stop al patriarcado y se plantó. Las mujeres, sea que se reconozcan dentro del colectivo o no, empezaron a diferenciar “el mandato” del deseo propio, en un lento proceso que titulamos “La Deconstrucción”. En esa estamos, pues no hay una institución ni un diploma que certifique que atravesaste el desafío de esta primera porción del siglo XXI con éxito. De hecho, no parece que tengamos clara cuál es la línea de llegada y eso no sería un problema: estamos construyendo la definiciones sobre la marcha, reclamando la libertad de no deberle una respuesta tipificada a nadie. De abrazar nuestra individualidad con verdadero gusto. Hasta acá, vamos bien.
En el camino de la deconstrucción, aparecen muy preponderantes las batallas contra el control de los cuerpos y el mandato de la belleza. No son equiparables, cada una tiene sus propias lógicas, representantes y objetivos. Pero tienen puntos en común: el mandato de la belleza exige un control del cuerpo (individual y colectivo). Para ser mandato, la belleza se tipifica y así aparece “el cuerpo hegemónico”. Sería difícil decir con exactitud milimétrica qué es un rasgo hegemónico pero podemos englobarlo como dentro del espectro “supermodelo caucásica de los 90”. Me parece difícil precisar un tono exacto de tez, de rubio, un calibre de nariz, porque depende de cuáles hayan sido las imágenes con las que te enseñaron (varía de acuerdo a país, familia, etc) que “eso” era lo bello. En mi casa por ejemplo, se mencionaba mucho a Claudia Schiffer. Ir para atrás y revisar eso es un buen ejercicio para ver lo que aprendimos y está marcando nuestro parámetro personal.
Fast forward a la actualidad: en la rebelión feminista aparecen otras estéticas que también se forjan como nuevas identidades colectivas (porque para armar bando es necesario crear banderas): la recuperación de los pelos (especialmente en axilas pero también púbicos), el oversized como silueta que anula las curvas, la tez multicolor y el cutis imperfecto, la revindicación de la panza, etc. Ganamos muchísima amplitud de rango, pues internet mediante, las imágenes de mujeres “diferentes” se multiplicaron exponencialmente y con las redes sociales los referentes de otras estéticas posibles afloraron. Pero no dejan de estar presentes las imágenes ordenadoras, porque es imposible transitar el mundo sin construir agrupaciones y relaciones lógicas. Lo conflictivo es que la imagen que tenemos de “nosotres mismes”, al final siempre tiene contra qué compararse. Y si bien la amplitud del espectro posible hoy le saca peso al valor de la comparación, es posible que aunque estemos deconstruyéndonos activamente, todavía nos sintamos de tanto conflictuades con cómo nos percibimos. Además de que se armó algo así como un “y vos de qué lado estás”, con una cuota de shame.
Ser o no ser “hegemónica”
Todes hemos probado los filtros: esos infames recursos que nos pusieron por delante con cada red social que permite el modo selfie. Una especie de cirugía mayor express que nos permite vernos “como si fuéramos…” (como una Barbie, con ojos o pelo de otro color, con un cutis de mármol, etc). Los filtros nos ponen una dudosa zanahoria hegemónica por delante: algunos pueden deformarnos de forma irreconocible pero otros, los más peligrosos, son tan sutiles que invitan al juego de las 10 diferencias. En cuanto desactivamos el filtro, ¿qué sensación nos queda?
El consenso popular indica que la sensación no es placentera. A partir de esto han surgido muchos movimientos en redes “anti filtro” o no filter. Pero una cosa es lo que posteamos y otra la que hacemos. Los filtros siguen estando presentes para el uso selectivo de quien quiera experimentar con ellos. La medida de lo que está bien y no, no es tan clara. ¿Es correcto afinarse la nariz? ¿Es correcto jugar a cambiarse el color de pelo? ¿Está bien usar un filtro para alisar el cutis? El límite parece rondar por la zona de “si lo puedo hacer (con maquillaje, tinturas, postizos) en la vida real sin usar el filtrito digital, entonces el filtro solo me acorta la tarea”. ¿Qué pasa cuando jugamos con el peso? Claramente se encienden las alarmas. ¿Qué hacemos con el deseo encendido de vernos diferentes?
“Mirala, se puso labios”, dice la radio pasillo de Instagram, en una mezcla de rechazo y fascinación. Y yo me pregunto, ¿de dónde viene el rechazo? ¿Será que nos presionamos tanto para cambiar el discurso del mandato que terminamos creando otro, que nos pide ser felices “al natural” y tal como estamos porque, si no, somos féminas patriarcales arcaicas? Si el cambio viene por el lado de la aceptación de que no hay un modelo a seguir, sino el propio deseo: ¿qué pasa si el deseo es tener más labios, menos nariz, más pelo, menos tetas y etc? Disculpen pero en este punto, me estalla la mente.
Primero, la salud
La medicina estética no por nada se llama “medicina”: su objetivo es mejorar la salud de las personas a partir de restaurar y mantener la estética (o sea, la apariencia visual) y la salud (lo estructural y funcional que sostiene esa apariencia). ¿Cuál es el correlato entre apariencia y salud? Nos adentramos en un territorio plagado de señales de alarma: cada palabra hoy viene cargada como una mina terrestre. Un paso en falso y salimos todos volando. Creo que tenemos que entender que a veces el lenguaje es imperfecto y por eso precisamente maleable y mutable (gracias a Dios/Diosa/el Universo/inserte aquí su palabra de creyente o su rechazo agnóstico).
No estaría siendo fácil para los médicos explicar por qué es saludable mantenerse dentro de un rango de peso corporal cuando, desde el ámbito de la salud mental, se trae a colación que la presión por alcanzar dígitos en la balanza conlleva a un deterioro emocional. Entramos “en una”. ¿La respuesta? Es caso por caso. Por eso hay tanta insistencia en que la medicina debe ser personalizada. Me animo a decir que la estética también.
Quizás en el futuro tengamos la costumbre de visitar anualmente a nuestros profesionales estéticos para un chequeo anual, con la misma serenidad que visitamos a nuestro peluquero de confianza, con la seguridad de que estamos velando por nuestra salud integral, en la cual, la estética ocupa un lugar.
Para despejar las dudas, traigo a la mesa un estudio que analiza el papel de la medicina estética en las percepciones y cómo puede contribuir a mejorar el estado emocional de los pacientes impulsado por el Departamento de Dermatología de la Universidad de California1, sostiene que los pacientes que se han sometido a tratamientos estéticos mejoraron su bienestar psicológico y su confianza social. En la investigación participaron 93 personas, que declararlon haber mejorado su bienestar de 62.8 a 82.7 puntos, sobre una escala de 100. También evaluaron la autopercepción en relación a la edad, y un 75% dijo que se sentía más joven: 6,3 años menos que su edad biológica real. La diferencia entre la edad que sentimos que tenemos y la que creemos que reflejamos “puede ser una fuente de tensión e insatisfacción que aumenta con el tiempo”, según plantea este estudio.
Positive Face
La medicina está cambiando su enfoque hacia la prevención y el acompañamiento personalizado, y no es inocente sobre la presión que recibimos “por todos lados”: la apuesta es que sea integral, y en ese marco florecen las prácticas que abordan a las personas desde sus rutinas, su estilo de vida, sus creencias, promoviendo el respeto como punto de partida. Por supuesto, la medicina está hecha por personas y no todas coinciden con las nuevas corrientes o son capaces de aplicarlas. Pero en el ámbito de lo discursivo, lo cierto es que aparecen otras ideas.
En una nota al diario La Razón de España, la Dra. Pérez Sevilla compartió lo que significa el “positive face”: una corriente que busca defender la belleza original de cada persona, teniendo en cuenta el impacto (positivo o negativo) de las alteraciones en el plano emocional y social. Su decálogo plantea máximas cómo:
- Cada persona tiene un rostro único, hemos de defender su originalidad y su esencia entendiendo que hay facciones básicas que no pueden cambiarse sin provocar una aberración.
- Es lícito querer cambiar algo en nuestro rostro cuando queremos alinear nuestro sentimiento interno con nuestra imagen, siempre que se haga desde la libertad y el pensamiento saludable.
- La aceptación de la imperfección facial es un ejercicio de realismo, no hay ninguna cara tan perfecta como los cánones digitales de las aplicaciones que nos invaden.
- La salud de la piel y de las distintas estructuras del rostro deben ser tenidas en cuenta siempre en cualquier tratamiento.
Este discurso me hace pensar que los médicos necesitan trabajar codo a codo con psicólogos, psiquíatras, coachs ontológicos y otros terapeutas que aborden los aspectos emocionales de toda esta realidad (situación que no veo que avance mucho en la práctica), sin “competir” por ser “la solución adecuada” en el territorio. Claramente, el aspecto del negocio no favorece el diálogo pero sin duda parece el camino ético a recorrer.
Puede que a veces la solución sea deconstruir mandatos, y puede que a veces sea un plasma rico en plaquetas.
Segundo, el privilegio
No podía cerrar el tema sin referirme al privilegio, otra idea que nos invita a deconstruirnos desde el aspecto de lo que nos es heredado como posible. ¿La preocupación estética es una preocupación de personas con privilegio? ¿El clásico white people problems?
A primera vista podríamos decir que si, que cuando una persona no tiene sus necesidades básicas cubiertas lo demás pasa a segundo o tercer plano. Pero en una sociedad construída sobre la imagen, con una penetración cada vez más alta de teléfonos inteligentes con acceso a internet, me atrevo a sugerir que la “educación estética” que todos estamos recibiendo (y va entre comillas porque me refiero a lo que aprendemos de lo que consumimos, sin adjudicarle un valor positivo o negativo) tiene un impacto incluso en situaciones donde pensaríamos que es irrelevante. La moda es un claro ejemplo de la “democratización” de la estética. Todos podemos vernos como sujetos estéticos y tener, por lo tanto, un vínculo de identidad, emocional, con nuestra estética. Lo que no es democrático, es el acceso a las herramientas reales (no filtritos de insta y Tiktok) que nos permitan ajustar de manera saludable nuestra percepción a nuestra salud integral. Vernos como nos hace sentir bien.
Esto es quizás parte de lo que culturalmente genera un rechazo, la idea de que demostrar que uno puede “invertir” (tiempo y dinero) en su estética habla de un uso banal de los privilegios. Pero quizás la lectura debería ser diferente: todes deberíamos poder tener acceso a proteger nuestra salud integral, y si la estética forma parte de la misma, ¿por qué no hacerlo más accesible? El esfuerzo de la deconstrucción apunta a esto: bajar la vara altísima que los mercados por medio de la cultura pop construyeron en función de sus necesidades de marketing. Por lo menos, desactivar el mecanismo inconsciente, traer a la luz el disparador. Ya sabemos que no podemos escapar del horizonte de sentido que construimos como sociedad, como grupos. Pero podemos ser más piolas manejando sus efectos.
¿Y si igual me quiero hacer un tratamiento? Pues, por lo menos de mi parte, te doy mi bendición con la única indicación de hacer una consulta con un médico o médica responsable, donde haya un abordaje integral que contemple la salud física y la salud mental. Y, esto es un poco más complicado pero lo voy a meter en la ensalada: la salud financiera. Porque esa también, repercute fuerte en las otras dos.
De yapa, para seguir pensando:
Leete esta entrevista que hicimos a la Dra. Luciana Passadore, cirujana plástica y médica especialista en estética.
Escuchá este episodio de “Mi Tiempo es Oro” en Clubhouse: Yogamente, junto a Yael Kritzer @blogdewellness
Lo que nos despierta esta nota y queremos seguir investigando:
- Salud Mental: ¿por qué ir a psiquiatra es taboo?
- Estética y género: la evolución de esa (de)construcción y hacia adónde vamos.
- Medicina personalizada: el futuro del Wellness que ya está llegando.
Si algún tema te resuena o tenés una mirada nueva y te animás a compartirnos tus ideas, no dejes de escribirnos por correo para sumar tu voz a esta tribu.
Referencias:
1 . https://gacetamedica.com/investigacion/un-estudio-senala-que-la-medicina-estetica-mejora-el-estado-emocional/
2 . https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33751048/
3 https://www.larazon.es/salud/20210131/hmg55cg4jjb2tpgj4uwyu2c3i4.html
4 https://medium.com/@francessola/fashion-blogging-democratization-or-dictatorship-54e2e4035186
3 comentarios
Cuando leí el titulo de la nota dije “mmm me parece que con esta la van a pifiar”, pre juzgar el tema porque algo me despierta. De chica no aceptaba mi cara y siempre quise hacerme una operación, con los años pude verme con otros ojos, sacarme los comentarios ajenos de encima y ver mi belleza natural. Hoy agradezco no haberme hecho nada. Creo que me agarro de esa, también podríamos llamarla exigencia de hoy en día, que te tenes que gustar tal cual sos. Terminé de leer la nota y me quede pensando en muchas cosas. Quizás yo no lo elijo, como tampoco elijo hacerme las uñas, ni teñirme, etc. Pero porque otra persona no puede si elegirlo. Voy a seguir reflexionando el tema, como siempre gracias por lo que aportan ♥
Cuando leí el titulo de la nota dije “mmm me parece que con esta la van a pifiar”, pre juzgar el tema porque algo me despierta. De chica no aceptaba mi cara y siempre quise hacerme una operación, con los años pude verme con otros ojos, sacarme los comentarios ajenos de encima y ver mi belleza natural. Hoy agradezco no haberme hecho nada. Creo que me agarro de esa, también podríamos llamarla exigencia de hoy en día, que te tenes que gustar tal cual sos. Terminé de leer la nota y me quede pensando en muchas cosas. Quizás yo no lo elijo, como tampoco elijo hacerme las uñas, ni teñirme, etc. Pero porque otra persona no puede si elegirlo. Voy a seguir reflexionando el tema, como siempre gracias por lo que aportan
Gracias Naty por este comentario tan sincero que sin dudas otras mujeres compartimos!! Me encantó y me desafió escribir esta nota precisamente porque los prejuicios corren en todas las direcciones. Si nos quedamos con la idea de que “lo correcto es esto” y empezamos a rechazar a cualquiera que se atreve a pensar diferente, creo que quienes perdemos somos nosotras. Y en este territorio de “la belleza estética” hay MUCHA bajada de línea, desde todas las posiciones, porque el cuerpo siempre fue instrumento de dominación. Me parece que ir hacia la libertad de elegir con conciencia lo que nos hace bien ahora, es por ahí el camino. Y requiere coraje y autoconocimiento, como siempre.
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