Sépanlo: en general estamos consumiendo más azúcar de la que necesitamos, pero no nos damos cuenta ni de casualidad de lo que nos está pasando.
Quiero contarles sobre Sarah Wilson, una australiana hermosa que se define como comentadora social —me gusta ese título— que tras unos 20 años de ejercer como periodista se propuso investigar lo que nos pasa cuando comemos más azúcar de la que necesitamos. Y sus descubrimientos los plasmó en un libro genial: I Quit Sugar.
Sarah es una mujer como cualquier otra. Creció en el campo, comiendo muy sano y natural. Siendo adolescente se mudó a la ciudad, y ahí, hormonas mediante y con todo lo que pudiera querer comer al alcance de un paseo al supermercado, ella dice que se hizo “adicta al azúcar”.
Acá es donde todos imaginamos a una mujer con una dentadura deplorable, abrazada a un paquete gigante de M&Ms. Bueno, no era para tanto. Pero los atracones de chocolate y torta, eran seguidos de un día entero de cerrar la boca. Resultado: esta forma de comer “reaccionaria”, la enfermó. No podía dormir bien, tenía desórdenes de ansiedad, problemas en las glándulas adrenales (o suprarrenales) y se ganó su primera autoinmune: Graves (tiroides hiperactiva). Después tuvo problemas en el estómago porque estaba digiriendo pésimo la comida y más autoinmunes, la última fue Hashimoto (tiroiditis crónica, que puede presentarse como un hipotiroidismo subclínico). Atenti: no estamos infiriendo que toooodo esto es solo producto del azúcar, ok? ¿Pero su forma de vincularse con la comida? Eso sí. Y el azúcar, en la historia de Sarah es protagonista de esa relación.
Este hermoso cuadro la llevó a cambiar (probablemente entre muchas otras cosas) todos los azúcares procesados por azúcares sanos. Por 7 años comió “sanamente”, y sus síntomas todavía no desaparecían. Todavía estaba comiendo mucha azúcar. ¿Cómo?
-3 frutas por día
-un puñado de frutas secas
-1 o 2 cucharadas de miel en el té
-una barra pequeña de chocolate amargo después del almuerzo
-postre (quizás miel con yogur o algo más elaborado si salía a cenar).
En un día “conservador”, Sarah comía 25 cucharaditas de azúcar. Eso es lo que demanda el pequeño listado que acabo de enumerar. Eso sin contar el azúcar en el pan blanco Bimbo (o la marca que quieran), o el de la salsa de tomate.
Pero resulta que mala o buena, el azúcar es siempre azúcar. Y es muy adictiva.
Cuando Sarah se dio cuenta de esto (estaba comiendo más azúcar de la que su cuerpo estaba diseñado para procesar diariamente, aunque su dieta fuera súper sana según la pirámide nutricional y “el sentido común”), y enfrentó la adicción como tal (adicción es no poderle decir que no a una torta, cualquier excusa mediante), y sumado a que sabía que no se sentía bien, quería perder peso y estaba cansadísima de estar pensando en CUÁNTO chocolate, dulce, torta, etc podía comer ese día, dijo BASTAAAAAAA!!! Tenía que cortar, como se corta a un mal novio, o al cigarrillo.
Se puso a investigar. (Es periodista, curiosa y exploradora: habló con todos, se leyó un montón de libros). Y se propuso experimentar con ella misma, ver qué le pasaba si dejaba 100%. El resultado: Sarah se conoció a ella misma sin su adicción, se relajó, se siente mejor, etc etc. Y escribió este libro que hoy nos viene tan bien como guía para hacer el mismo camino: dejar el azúcar, recalibrar nuestros cuerpitos, y probar qué nos pasa. ¡Gracias Sarah Wilson!
Datos básicos a memorizar:
La American Heart Association (la del corazón) y recientemente este año la Organización Mundial de la Salud recomiendan:
-6 cucharaditas (24 gr) para las mujeres
-9 cucharaditas (36 gr) para los hombres
-3 cucharaditas (12 gr) para los chicos.
Si la idea de cortar con el exceso de azúcar te seduce pero estás entrando en pánico al estilo yo no puedo lograr esto, no puedo dejar de ponerle azúcar al café…, quiero que te tengas fe: si yo pude, vos también podés. Como ya tengo unos meses transitando el camino #sugarfree voy a compartir mis descubrimientos y recetas —adaptadas a los ingredientes locales— para los que quieran intentar el camino hacia una vida menos exageradamente dulce.
Para los que tienden a interpretar en forma extrema estas declaraciones, vale la aclaración: sigo comiendo fruta y chocolate. Oh yeah. Pero con muchísima mejor conciencia. Y eso me encanta.
3 comentarios
Hola vik, te acabo de descubrir y me encanta lo que haces y los consejos que das! quiero volverme una chica #nosugar para eso quisiera saber que productos usas para endulzar, también me gustaría conseguir cacao magro, se que se pueden hacer recetas increíbles con eso! por favor! dame algunos tips! muchas gracias
Hola Marina!
Mi primera recomendación sería que pruebes abandonar, por unos 30 días, TODO el azúcar y los endulzantes. Digo “todo” el azúcar porque incluyo todo lo que tiene azúcar, como las frutas. Parece durísimo, pero ese detox de 30 días te pone a punto para poder recalibrar una vida sin azúcar agregada. Después de eso, no necesitás endulzantes. Yo no uso ninguno! Si quiero poner un poquito de dulce a una preparación, me vas a ver usar 2 cucharaditas de miel, un chorrito de jugo de naranja, o un puré de alguna fruta natural como banana o manzana. No hay azúcar refinada en mi casa. Tengo un Stevia porque probé usarlo y no me gustó para nada.
Cada tanto también vas a ver que como una torta o un helado “non-santo”, porque la vida es encontrar un equilibrio. La comida también tiene una función social: compartimos mucho a través del gesto de compartir la mesa. Entonces, en mi vida cotidiana, el azúcar no forma parte de ese ritual, pero si un plato con azúcar se hace centro de un momento de compartir, entonces me lo permito. El truco es ser consciente de la elección y usar este “detox” forzado para recalibrar. También tuve que abandonar mis smoothies de fruta a la mañana y cambiar mi desayuno por uno salado. ¡Pero vamos que se RE puede! Y el beneficio es ENORME. Go girl!!!
HOLA sabes si este libro esta traducido al español?? gracias
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