Levante la mano todo el que pasó por la ciudad de Miami en escala hacia otro destino y nunca se preocupó por conocer más que Lincoln Road, Collins Avenue y Ocean Drive en South Beach. El que poluló entre la playa, el hotel y el mall —y no olvidemos un importante tiempo de estadía en el automóvil— sin jamás tomar un transporte público, caminar sus veredas o visitar su —ok, relativamente nuevo— museo. Para todos ustedes, tengo algo que decirles: existe otro Miami. Uno que no es el que evoca esa palabra en el primer respiro, uno que no condice con ese imaginario de personas bronceadas en traje de baño caminando al sonido del tum-tum-tum tecno que aún resuena en sus cabezas y en las piscinas de los hoteles con salida al boardwalk, pulseras de tyvek flúo en la muñeca cual trofeos, micro perros y autos que parecen haber salido de la serie animada Wacky Races/ Autos Locos. Uno que exige salirse de la I-95 y el Turnpike.
Día 1: Miami en bici
Adoptando la ruta correcta, Miami es un paraíso para disfrutar en bicicleta. Alquilamos las nuestras en un pequeño local en Biscayne Boulevard entre la 18 y la 19. La suerte nos llevó hasta allí, pero resulta ser un punto de partida excepcional para un recorrido de día completo por algunos de los mejores puntos de la ciudad. Consejos previos a la salida: llevar agua, sombrero, anteojos, protector solar, una mochila con una toalla para la playa y snacks. Y por supuesto, a menos que les toque ir en un frío invierno, vayan preparados en traje de baño.
Nuestro día bicletero comienza a las 10 de la mañana, pedaleando por Biscayne hasta la 15, para cruzar hacia Miami Beach por el Venetian Causeway. Es fácilmente reconocible, se trata del puente más bajito que atraviesa las cinco bellas islas Venetian. Siguiendo este camino llegarán a Miami Beach a la altura de la 17. La primera calle que corre paralela hacia la derecha es la turística Lincoln Road. Si el día es tranquilo, pueden recorrerla sobre ruedas, sino vale la pena bajarse y caminarla, hasta llegar al extremo opuesto, el boardwalk. Si bien acelerar es tentador, tengan en cuenta que es un camino muy concurrido. Además, vayan atentos porque las casillas de los guardavidas son muy fotogénicas.
La sugerencia es recorrer la playa hasta llegar al South Pointe Park, donde encontrarán un bicicletero justo a la entrada del muelle. Aseguren las bicis y regálense un mini picnic sobre la arena. Descansen que el día es largo e hidrátense interna y externamente, por supuesto. En los parques a la altura de la 2 o la 14 van a encontrar baños públicos. Cuando estén listos para continuar, regresen hacia Biscayne Blvd siguiendo el camino inverso. Como alternativa, pueden recorrer Ocean Drive hasta la 15, veredeando o a pie.
Por Biscayne Blvd suban hasta la 20 y doblen a su izquierda hasta la NW 2nd Avenue (¡no se confundan con la NE!). Las primeras cuadras serán un poco desoladas, pero confíen en mí: la diversión comienza apenas unos metros más allá. Sobre esta avenida, entre la 21 y la 36, se encuentra lo más interesante de Wynwood, el barrio-it, hogar del Art Walk. Los highlines incluyen por supuesto innumerables galerías entre las que recomiendo Margulies Collection y Wynwood Walls (esta última al aire libre) o la excéntrica Harold Golen (donde se encuentra la expo del argentino Claudio Roncoli), el shop Plant the Future de la cordobesa Paloma Teppa, el café Panther, los jugos de Jugofresh y una pequeña tienda de papelería llamada Wynwood Letterpress, entre otras. Con apenas un poco de suerte, van a poder ver a artistas trabajando en vivo.
Si se animan a llegar hasta la 40, pueden regresar por esa calle en dirección a Biscayne Blvd y atravesar el Miami Design District. De la aspereza del street art, a las cuidadas líneas de diseño de las más renombradas marcas de moda del mundo: Celiné, Dior, Fendi, Bulgari, Valentino, Chanel, etc. Todas están aquí. Hagan un poco de window shopping y vuelvan a devolver sus bicis a tiempo, que la tienda de bicis cierra a las 20 hs.
De noche
Aprovechando que están por la zona, les sugiero terminar la noche en Lagniappe, en la NE 2nd Avenue, entre la 34 y la 35. Este peculiar bar ofrece bebidas por botella en un ambiente súper relajado. Solo basta elegir una botella de las heladeras y cavas, pagarla en la barra y retirar las copas. Luego, podremos elegir entre una mesa en el salón, donde una banda toca en vivo jazz o música cubana, o el patio trasero descubierto. Si pica el hambre —o queremos contrarrestar los efectos del alcohol— en el backyard hay otra heladera de quesos y fiambres para seleccionar y una barra donde los preparan en un plato con pan, aceitunas y mermelada. Dress code: relajado.
Día 2: Junto al mar hasta el atardecer
Si bien Miami cuenta con inacabables metros de arena y mar, en general el grueso de los visitantes se concentra en South Beach. Son playas rellenadas y generalmente bastante concurridas. Pero también es posible optar por otras playas más al norte, que si bien son más pequeñas, suelen tener como única concurrencia a los locales y por ende son mucho más tranquilas. Es indispensable una sombrilla (porque no hay reparo del sol) y una heladera portátil con mucho hielo para las bebidas, ya que a diferencia de las playas argentinas o en Brasil, no está permitida la venta ambulante. Así que hay que llegar bien provisto si uno pretende disfrutar varias horas. Se encuentra prohibido beber alcohol en público, razón por la cual todos llevan vasos de plástico (no vale exhibir botellas, pero es uso común que la botella quede escondida en la heladera). Antes de retirarte, recolectá tus residuos y llevalos al contenedor de basura más cercano.
A lo largo de toda la costa también es posible practicar deportes acuáticos como el paddle board, montar en jet ski o navegar con lanchas a motor. Simplemente hay que tener en cuenta las indicaciones sobre canales y distancia en referencia a la costa.
Atardecer
Les propongo que el atardecer los encuentre en el bar Lido del Hotel Standard (40 Island Av, en las islas Venetian). El setting es perfecto para una noche romántica o un festejo especial (hey, estar en Miami es algo para festejar). Hay cocktelería y vinos por copa o botella, además de una modesta selección de appetizer vegetarianos. También es posible cenar y en tal caso se sugiere reservar con anticipación. Las mesas para quienes comparten un brindis son altas, compartidas, y en general, abrazan a una palmera. Además, pueden aprovechar para espiar el resto de este hotel súper chic, disfrutar de algunos de sus espacios (¡como la plaza de hamacas colgantes!) y tomar bellísimas fotos del atardecer.
Día 3: A nutrirse… ¡la mente!
El brunch ya no es propiedad exclusiva de los domingos, pero los domingos invariablemente habrá brunch en Miami. Tengan en cuenta que es mejor acercarse temprano al lugar deseado (10 a.m.) si no quieren esperar su mesa hasta por una hora. Hay muchísimas opciones y para todos los paladares, yo voy a sugerirles Morgan’s. Es un lugar pequeño y cálido, con una atención cordial y mucho parking space. Además, saben preparar sus huevos de muchas maneras. Mi frittata estaba riquísima y confieso: aunque prácticamente me la comí entera, la porción dejaba contentos a dos. Hay refill de café, como en todo buen establecimiento americano.
Con la panza llena, es hora de llenar el corazón… ¡de arte! Una de las “novedades” de esta ciudad (entre comillas porque abrió en 2014), es el PAMM —Pérez Art Museum of Miami—. Lo primero que van a saborear, es su arquitectura: imponiendo su altura sobre el nivel del mar, líneas netas, brutalista, el museo se eleva como una caja de cemento rodeada de verdes jardines verticales y canteros con morfologías sugerentes en color blanco. Grandes ventanales permiten ver el interior del shop y de su restaurant. Alrededor, una galería resguardada del sol por un techo altísimo invita a descansar disfrutando de la brisa, sobre poltronas de madera o en la divertida instalación de hamacas de Konstantin Grcic.
Si tienen suerte de encontrar un tour guiado, sin dudarlo: tómenlo. El museo ordena toda su exhibición bajo un único concepto —en este momento, vinculado a la Globalización— y sus obras se enlazan bajo este fuerte criterio curatorial. Por lo que la lectura del contexto y el diálogo entre las obras revela realmente nuevas intenciones de los curadores sobre lo expuesto, lo cual enriquece muchísimo la experiencia. Sin embargo es posible disfrutarlo sin guía, ya que cada obra se encuentra perfectamente reseñada en inglés y español. Algunas salas se reservan para muestras individuales. En este momento, dos de ellas fueron asignadas a artistas argentinos: Diego Bianchi y Victoria Gitman. Debo decir que la muestra de Gitman es absolutamente breathtaking. Su preciso trabajo realista es digno de admiración.
Cuando hayan recorrido la totalidad del museo, no dejen de pasar por el shop. Para los que recorren asiduamente tiendas de museo quizás no resulte particularmente llamativo, aunque tiene una colección de objetos propios (como unas bolsas messenger en canvas) que puede considerarse. También es muy disfrutable el Museum Park. En este momento verán que se encuentra en construcción, en ubicación adyacente, un museo de Ciencias (que incluye un fantástico planetario), que hará que el sitio se transforme en un verdadero punto de inspiración para la ciudad.
Cena
Uno de mis lugares favoritos es Yardbird (South Beach, en 1600 Lenox Ave). Piensen comfort-food haven. Sus tomates verdes fritos son excepcionales, pero su pollo —una receta de 27 horas de preparación— es lo que realmente no puede ser pasado por alto. Por suerte, se puede pedir como slider. Y si tienen ganas de estirar la noche un poquito más, justo a la vuelta se encuentra Abbey Brewing Co. (1115 16th St), una micro cervecería nada pretensiosa.
Pero si están con ganas de picar algo “al fresco”, ¿puedo volver a insistir con Wynwood? Cervecerías artesanales, más pubs, comida fusión latina. Entre ellos, Wood Tavern (2531 NW 2nd Ave) con su gigantezca mesa comunal, parece ser la opción del momento. Las opciones a investigar son interminables, en ambientes que quieren ser un poco más Brooklyn que Miami, pero está bien. Es hora de que Miami se permita madurar. Y se está poniendo linda. ¡Está más linda que nunca!
2 comentarios
Amo tus post! muy interesante como siempre, y tu manera de escribir y describir hace que nos metamos en el viaje. Me encantan las fotos, transmiten un montón; estoy empezando a meterme en el mundo fotográfico y me preguntaba si editabas con photoshop o lightroom. Muy interesantes los efectos que lográs.
Saludos Vik!
¡Gracias Yanina! <3 Me hace feliz hacerte viajar por un ratito :)
En cuanto a la fotografía, lo más importante es una buena lente. En cuanto a la edición posterior, tanto Photoshop como Lightroom te brindan un montón de oportunidades para alivianar y automatizar el trabajo de retoque. Podés ir armando tus propios sets de acciones o filtros, o podés bajarlos —hay pagos y hay gratuitos— de distintos sitios de internet. En Deviant hay un montón de fotógrafos ofreciendo sus trucos con mucha generosidad. De todas formas, lo ideal es aprender lo básico sobre iluminación para poder después aplicar esos conceptos al retoque digital. Hay un montón de cursos, ¡yo también quiero hacer uno! Y finalmente: prueba, prueba, prueba y error. ¡Suerte!
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