La alegoría de la coctelera no es casual: me encanta mezclar líquidos espirituosos. A la manera de una *hechicera* me encuentro creando “pócimas para levantar los ánimos y aligerar los sentimientos”. Menos mal que no nací en el siglo XIX, hello hoguera!
Entre mis cocktails preferidos para hacer en casa está el Negroni. Confieso que me enamoré hace poco, a raíz de una épica celebración que lo tuvo como protagonista, organizada por Campari. En esa hermosa reunión, una cantidad exhorbitante de bartenders en la barra de madera más larga y hermosa que haya visto alguna vez, se dedicaron a preparar, non stop, deliciosas variantes de este noble trago. Y lo de noble no es solo un decir: al Negroni lo inventó un conde. El Conde Negroni.
Una noche en Florencia
Imaginen Florencia a fines de 1919, cuando las noticias del fin de la Primera Guerra Mundial alegraban sus veredas. Si alguna vez visitaron esta ciudad, no creo que lo encuentren muy difícil: parece detenida en el tiempo, con sus callecitas estrechas y sus puentes ornamentados. La historia dice que en el Caffè Casoni o Caffè Giacosa (depende la versión), el conde Camillo Negroni le pidió al barman que modificara un poco el tradicional cocktail Americano que gustaba ordenar, cambiando la soda por gin y el limón por una rodaja de naranja. Es propio de los condes aburrirse frente a los gustos de la gente común, y propio de los bartenders bautizar los cocktails en honor a sus creadores. El Negroni había nacido. Pero no fue hasta mucho tiempo más tarde —las primeras referencias datan de 1947— que su receta se publicó impresa. Variantes como el Boulevandier (reemplaza gin por bourbon), el Old Pal (reemplaza gin por bourbon y el vermouth dulce por uno seco), y uno de mis preferidos, el Hanky Panky (gin, vermouth y Fernet Branca) ya se encontraban en los libros de cocktelería desde 1920. Esto hace que el origen del cocktail no esté asegurado, aunque el mundo parece coincidir en que la historia del conde es la que mejor describe al trago. And so be it.
Cómo preparar un regio Negroni
1 oz. de Gin (Beefeater o Bombay Sapphire, menor calidad: abort mission)
1 oz. de Martini Rosso
1 oz. de Campari
Se colocan las 3 medidas en un vaso del tipo Old Fashioned frío con 2 cubos grandes de hielo que deberían llenar el vaso. No se usa hielo molido y por nada del mundo se bate. Apenas se revuelve girando los cubos de hielo. Se toma una naranja fresca para extraer una delicada tira de piel, que se tuerce sobre el trago —hacerlo a contraluz para ver la bruma de sus aceites descender sobre el alcohol—, luego se la pasea en una caricia por el borde del vaso y se la arroja con cierto despecho entre el hielo. Voilá.
El sucio Negroni o todas esas variantes posibles
El Negroni, como buen hijo de conde, es algo promiscuo. Gusta de mezclarse con otros spirits, y así surgen variantes como las antes mencionadas: Old Pal, Boulevandier, y muchos otros. Es un trago ideal para arrancar el camino de la mixología, porque con tan solo reemplazar un ingrediente —y acomodar algunas medidas— podremos comenzar a jugar a la alquimia de las “pócimas para levantar los ánimos y aligerar los sentimientos”. La preparación es la misma. Aquí las recetas para probar:
Old Pal
1 1/2 oz. de bourbon (Jim Beam o Maker’s Mark)
3/4 oz. de Cinzano Dry
3/4 oz. de Campari
Twist de limón
Boulevandier
1 1/2 oz. de bourbon
1 oz. de Cinzano Rosso
1 oz. de Campari
Twist de naranja
Una de las razones que hace a que estos tragos sean mis preferidos, es que no se precisa más que las botellas correctas, el vaso indicado, y suficiente hielo. Es ideal para principiantes y para todos los que gustan de la coctelería pero no logran manejar correctamente la tapa de la coctelera. Y sí, aquí estoy levantando la mano.