¿Cuándo fue la última vez que le pediste algo a alguien, algo que realmente necesitabas y que sin su ayuda no podrías obtenerlo? Todos podemos pedir un vaso de agua a alguien que está yendo justo a la cocina: eso es fácil, si te dicen que “no” siempre podés ir por tu cuenta. Pero no es tan fácil pedir algo “de verdad”.
Amanda Palmer lo sabe. Por varios años trabajó como “estatua viviente”, pidiéndole a extraños dinero para comer y vivir, a cambio de una mirada sostenida y una flor. A veces con calor, a veces con frío, pero siempre disponible para la mirada y la palabra del Otro. A veces las palabras no era buenas: “conseguí un laburo de verdad”, “vaga”, “ridícula”… eran palabras que ella escuchaba, sí. Pero no venían de los transeúntes, sino de su interior. Por suerte, Amanda se sobreponía a esas voces del “deber ser” y seguía haciendo su arte.
Amanda además es música y con su banda lograron un acuerdo discográfico. Cuando finalmente editaron el disco, vendieron solo 25 mil copias la primera semana y aunque para ella era un montón, para la disquera era un fracaso. Se quedó sin promotor. Pero Amanda ya estaba acostumbrada a ir de gira haciendo couchsurfing: tocaba timbre y pedía alojamiento en las ciudades donde iba a tocar. Me corrijo, muchas veces era un posteo en una red social donde pedía abiertamente asilo y siempre alguien la recibía. No necesitaba una disquera pagando su tour de promoción. Pronto se encontró recibiendo dinero de las manos de sus fans, que tras la noticia del abandono por parte del sello, empezaron a apoyarla en forma directa para que continúe presentándose. De repente, la artista callejera volvía al escenario, recibiendo lo que el público estuviera dispuesto a dar.
A partir de esa revelación, decidió recurrir al crowfunding y pidió a sus fans 100 mil dólares para hacer un disco. Recibió más de 1 millón de dólares. Lo festejó en una fiesta en Berlín, en la que se desnudó para la concurrencia y les invitó a escribir sobre ella. Un acto final de entrega total.
En su libro y en su charla TED, Amanda Palmer cuenta el camino que recorrió hasta esa recaudación tribal que rompió todos los récords y recoge lo que para ella es fundamental: para pedir hay que entregarse.
Nos cuesta muchísimo darnos sin ningún recelo. El instinto primal clama por protección. ¿Quién no ha soñado con la suerte de un hada madrina y un momento de “bibbidi bobbidi boo” en su vida? Alguien que sepa exactamente lo que necesitás y te lo haga aparecer en tus ojos, gratis. Pero no existe tal gratuidad, siempre estamos ofreciendo “algo” a cambio. Aunque sea simplemente ese “espacio disponible” donde quien ayuda pueda obrar su magia.
El poder de la tribu
En Agosto 2020 (un año atrás) lancé al universo el hashtag #poderenlatribu con una historia personal:
Cuando un ex novio decidió terminar nuestra relación en el medio de nuestro primer viaje juntos en Brasil, me encontré SOLA. No únicamente sola en otro país (durmiendo con el enemigo), sino también sin amigas con quién compartir todo lo que me estaba pasando. Pero por arte magia, apareció en mi vida @pilaraspera, con quien había compartido apenas un par de charlas de pasillo en la facultad. Y cuando digo apareció, fue realmente bastante espectacular: apareció en la cubierta del barco en el que nos trasladábamos desde la isla en la que mi ex había roto conmigo. Me reconoció, se acercó y yo obviamente le “vomité” mi patética situación, hambrienta de un corazón empático que pudiera contenerme. Le pedí que por favor no me deje sola. Y no lo hizo, ni siquiera cuando volvimos a Buenos Aires. Pili se encargó de alentarme, sacudirme la tristeza con planes divertidos y hasta me vino a buscar una noche desde Ramos Mejía para sacarme de mi casa en Caballito y llevarme a un bar. El bar en el que iba a conocer a mi actual marido. Sin la mano gigante de Pili, no puedo imaginarme lo que sería de mí. Ella me compartió a todos sus amigos con total generosidad, como una hada madrina de los corazones perdidos. Gracias, amiga.
Luego, vino el desafío: una foto y una historia que reflejaran que pedir ayuda es un acto poderoso, es reconocer en la vulnerabilidad y en la comunidad, dos ingredientes esenciales de nuestro poder como seres humanos. Podés leer algunas de esas historias aquí.
Si te animás, te invito a renovar este desafío en esta página, contándonos sobre ese momento en el que te animaste a pedir: ¿cómo te sentías antes de verbalizarlo? ¿Cómo te sentiste después? ¿Recibiste finalmente la ayuda que necesitabas? Te leo.
Fuentes:
https://www.ted.com/talks/amanda_palmer_the_art_of_asking/transcript
https://amandapalmer.net/theartofasking/
1 comentario
Salen post justo en los momentos justo!
Para saber pedir hay que entregarse. Confiar en los sueños aunque sentis que se desmorona, y la angustia parece quedarse pero te esta pidiendo que te muevas.
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