Hoy toca un post con muchas fotos inspiradoras para los que planean un casamiento al mediodía. Esta vez fue el turno de mi querida amiga Luchy Martos, que se casó con Fergan en la Estancia Carabassa. Como esta pareja es muy latinoamericana, la fiesta estaba llena de acentos y modismos, moda de muchos colores, abrazos con sentimiento, whisky, tequila y, por supuesto, vinos argentinos de la bodega de la familia.
Como es tradición por nuestra parte, no llegamos a tiempo para la ceremonia. Entre otras cosas, ¡nos perdimos en los últimos kilómetros! Pero pudimos saludar a los novios “en el atrio”. Mentira, ¡no hubo iglesia! En este caso, los novios eligieron una ceremonia ad hoc, en la cual participaron varios amigos de la pareja, de diversas latitudes.
Pasados los saludos de rigor, los invitados se dirigieron al área de los livings, donde se ofreció un bandejeo y estaciones temáticas: sushi, taquitos mexicanos, finger-parrilla (chorizos, mollejas y demases en versión apta para sostener con una mano) y una gran mesa de quesos y embutidos. El catering estuvo a cargo de Se cuecen habas.
Mención especial a la estación de agüitas frutales: self-service y con unas botellas de vidrio de buena capacidad, fueron mi oasis de hidratación, porque la temperatura llegó a rozar los 30ºC! Si alguien sabe dónde se consiguen estas jarras gigantes con canilla, quiero una YA para mi casa.
Otra mención especial para Jime, prima de la novia y amiguísima, que voló de Holanda como sorpresa total para acompañarla en su gran día. Amamos su vestido bordado en color cobre.
Después de ese mega primer plato, nos invitaron a acercarnos a las mesas. Dispuestas bajo una Magnolia gigante, al reparo del sol, mesas redondas vestidas con blancos manteles nos aguardaban. El menú continuó con una rueda de cordero patagónico con verduras para los carnívoros, y una lasagna de ricotta y hongos para los vegetarianos. Para el postre, mousse de café con platanos caramelizados (como sigo una dieta sin azúcar probé apenas un poquito, y debo decir que los plátanos estaban deliciosos). En ese momento me escabullí a la mesa de la novia.
Como no llegué a la ceremonia, aproveché para entregarle la que era mi “ofrenda”: un pequeño cuadrito con 3 consejos para un matrimonio feliz. Lo envolví en papel rosa y le escribí la palabra LOVE con washi tape a rayas doradas y plateadas. Sin saberlo, estaba muy a tono con los colores de la boda.
Con las primeras horas del atardecer llegó el show musical de la noche: mi banda adorada, Las Taradas. Una orquesta formada solo por mujeres —súper rainbow— que sorprenden por su gracia, su calidad musical, su originalidad… y porque son un montón de minas con una potencia increíble.
Llegó el momento de bailar, y mi troupe no se hizo rogar. Por supuesto, inauguramos la pista. Con una audiencia un poco tímida, fue tarea de Cupido (a.k.a. Me) juntar a los novios para un improvisado vals. Al son de Perfidia, un bolerazo mexicano compuesto en 1939, los novios tuvieron su primer baile oficial como marido y mujer.
Después el show continuó con el repertorio habitual de la banda y algunos medleys inolvidables, como cuando mash-upean un tema de 1956, Guaglione (canción napolitana) con el temazo de Gladys, la bomba tucumana: Mi Pollera Amarilla. Todos a agitar.
La fiesta también tuvo sus momentos clásicos: cintitas, ramo para las solteras y whisky para los amigos. La vuelta de tuerca fue que las cintas en vez de estar en una torta, ¡estaban en una piñata! Muy a tono con México, el país de residencia de esta bella pareja.
Con la caída del sol llegó la mesa dulce, la torta, y una nueva sorpresa: un show musical a cargo del hermano de la novia. Volvimos a disfrutar de los livings y de la tibia caricia del sol.
Al caer la noche llegó el momento de inaugurar las dos últimas atracciones de esta fiesta: un divertido Photo Booth, y por supuesto, la pista de baile. Bailamos hasta la medianoche, alimentados por las ganas de celebrar y una tanda de pizzas que apareció oportunamente para reponer las energías de los que todavía insistíamos en saltar sobre el damero blanco y negro que proponía los límites —claramente propasados— del dance floor.
¡Aplausos para los recién casados y toda una vida de amor por delante!! Que no hay nada más hermoso que celebrar el amor. ¿Te estás por casar? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¡Amo los casorios y quiero saberlo todo!