¿Sentís que últimamente reír a carcajadas es más difícil que multiplicar por 0,33? ¿Te gustaría identificarte un poco más con el “emoji de sonrisa” que con el meme de “Esconde el dolor, Harold”? Tenemos buenas noticias: la alegría se cultiva.
No se lo debés a nadie antes que a vos misma/o/e y no debería ser una tarea más de las que aprietan tu agenda (especialmente a fin de año): cultivar tu propia alegría es una elección de estilo de vida. Pero, ¿por qué? ¿Cuáles son los beneficios reales de la alegría? Incluso, ¿cómo se siente?
Para responder estas preguntas fuímos a nuestra referente #1 en la temática: Ingrid Fetell Lee. Si no la conocés, te invito a hacerlo: su libro Joyful (Las formas de la alegría en su edición en español) es la primera investigación práctica sobre cómo la estética del mundo material tiene un vínculo directo con la alegría y, por lo tanto, es posible apelar al diseño para propiciar esta emoción en nuestras vidas cotidianas.
Ingrid es diseñadora industrial y fue la Directora de diseño de IDEO (los padres del Design Thinking). Su premisa es sencilla: la alegría es fabricable y el mundo se merece más alegría. Entonces, para sentir más alegría hay que ponerse manos a la obra.
Los beneficios de la alegría
Los científicos no se ponen 100% de acuerdo en cómo abordar esta emoción. A veces se la empareja a la felicidad, otras al pensamiento positivo o al optimismo, pero lo cierto es que, a la hora de medir la alegría no se usan los mismos parámetros. De hecho, parece que la alegría tiene manifestaciones físicas propias: por ejemplo, las ganas de pegar saltitos. O de compartir con un otro, probablemente con un gesto que busque el contacto. No importa si no sucede, es el registro de las ganas lo que cuenta. A veces, la alegría es tan grande que la manifestación física es inevitable. (Para una referencia bien gráfica de cómo se ve, la foto de carátula de esta nota).
Esta cualidad física es la que notó Ingrid, durante un final de su carrera de diseño. La idea la intrigó y se puso a investigar cuál era entonces la forma en la que se manifestaba la alegría en el mundo material. ¿Existía una estética propia de la alegría? Así nació su libro y su blog, Aesthetic of Joy, donde identifica 10 formas puras que posibilitan a cualquier persona transformar un objeto o experiencia, en más alegre.
Pero, ¿por qué? Porque en lo que sí coinciden todos, es que sentir más alegría repercute positivamente en nuestra salud integral, en nuestra productividad (palabra controversial quizás, pero pensemos no en la capacidad de hacer hasta agotarnos sino en hacer de una manera más eficiente o sin agotarnos), en nuestra creatividad y en la capacidad que tenemos de afrontar problemas. Uno de los detalles más interesantes es que la alegría, como el sueño, genera una reserva positiva de recursos. Así como si te dormís una buena siesta podés bailar toda la noche, si te pegás unas buenas carcajadas, tendrás con qué enfrentar el próximo ataque (propio o externo) de malhumor.
¿A quién no le gusta contagiar buena onda?
La gran diferencia del trabajo de Ingrid, es que es ambiental. Mientras otras metodologías para incrementar la felicidad se enfocan en el autoconocimiento y el desarrollo de las habilidades interpersonales, o en técnicas de relajación, mindfulness y otras terapias del cuerpo, Ingrid va derecho hacia el mundo que nos rodea y nos estimula.
Hay alguna razón por la que las personas, independientemente de su sexo, edad, cultura o etnia, se ven hipnotizadas por los bebés y los cachorros. Algo sucede que no podemos evitar sonreír frente a un arcoíris. Hay personas y lugares que automáticamente nos predisponen a pasarla bien, mientras que otros nos generan exactamente el sentimiento opuesto. Elegir a conciencia de qué rodearnos puede hacer una gran diferencia. Dice Ingrid:
A menudo se nos enseña que nuestro entorno externo tiene poco o ningún impacto en nuestro gozo interior. Cada vez más, los expertos nos instan a encontrar el equilibrio y la calma mirando hacia adentro, a través de la atención plena o la meditación, y silenciando el mundo exterior. Pero, ¿y si la vitalidad natural de nuestro entorno es en realidad nuestra alegría más renovable y de fácil acceso?
ingrid fetell lee
¿Cómo usamos todo esto a nuestro favor? A continuación, 5 ideas sencillas para empezar hoy mismo a transformar tus posibilidades de sentir esas ganas explosivas de pegar saltitos en el aire.
1. Mirá para arriba
Una de las cualidades físicas de la alegría es que es ascendente. Literalmente, te levanta. Por eso los globos son alegres, porque tienden a flotar. Pero también porque nuestra fuente primaria de energía vital es el sol.
Esta tarea es sencilla: mirá para arriba. Cuando salgas a caminar espiá balcones, contá cúpulas, buscá palomas, admirá los rayos de sol entre las copas de los árboles. El simple gesto de posicionar tu cabeza hacia el cielo permite que aumentes tu registro visual de luz, lo cual está vinculado a un incremento de la sensación de alegría, por elevación de la serotonina. Eso sí: no dejes de prestar atención al tránsito. El lugar ideal para esta actividad, de más está decir, es un parque.
2. Pintá un arcoíris
El color brillante y en una gama abundante es otra de las formas en las que se manifiesta estéticamente la alegría. Metele arcoíris a todo. Pintate las uñas una de cada color. Comprate un prisma y colgalo en una ventana donde le peguen rayos de sol directo. Animate a pintarlo en una pared o comprate un cuadro que tenga el espectro (no importa si tiene forma de arcoíris, lo que importa es brillante y abundante). Llená tu escritorio de trabajo de papelería arcoíris (ahora ya vas entendiendo por qué mi obsesión con el rainbow colorblock en tu agenda Happimess y en toda la línea que acompaña).
3. Poné flores donde puedas verlas
En la ventana de la cocina, en un jarrón en tu escritorio: las flores son una inversión. Está demostrado científicamente que incrementan tu sensación de bienestar. Y no solo desde lo visual, también te estimulan olfativamente. Asegurate de elegir las que te provoquen máxima alegría: las claves de nuevo son el color brillante y la abundancia. Una sola rosa roja o una cala no generan la misma sensación que un ramo de flores silvestres. En épocas de primavera, aprovechá a comprar flores en maceta en tu vivero amigo: son más económicas y durarán varias semanas.
El jarrón también juega su rol: hoy hay diseños coloridos con formas redondeadas que, como ya estarás adivinando, también son naturalmente más alegres.
4. Jugá un partidito todos los días
Desde hace varias semanas, después de almorzar, el equipo en Monoblock se sienta alrededor de la mesa del comedor para jugar una partida grupal de Uno o Tutti Frutti. Como resultado, ese recreo del almuerzo se vuelve doblemente renovador. No se necesita mucho más que un juego de mesa, un mazo de cartas o un pedazo de papel donde jugar al Ahorcado. ¿Las claves? Siempre offline e idealmente con otros seres humanos. Para asegurarte que suceda, seteá el espacio: dejá los elementos necesarios visibles, a la mano. Elegí juegos sencillos a los que cualquiera pueda sumarse sin mucho preámbulo. El truco es no demorarse demasiado entre la propuesta y la acción, porque en cuanto estén todos jugando, la alegría de jugar será el pegamento que selle mágicamente ese momento. Pensá en premios para los ganadores (pueden ser cosas cotidianas, como “quién NO lava los platos”): puede ser el gancho para hacer arrancar a una audiencia difícil.
Una vez que se eleva la alegría ambiental en el espacio de trabajo, muchas cosas positivas pueden seguir en cascada. Acordate que la alegría eleva. Probalo.
5. Habilitá la sorpresa
Recibir una sorpresa parece depender 100% de la voluntad externa, pero lo cierto es que podemos predisponernos a la sorpresa. Cuando tenemos todo bajo control y no dejamos nada al azar, en realidad nos estamos recortando nuestras propias chances de recibir algo inesperado.
Una forma sencilla de habilitarse sorpresa es probar cosas nuevas, pero ni siquiera es necesario salirse tanto del guión: cambiar la ruta del viaje, comprar una verdura exótica y tratar de cocinarla, ir a ver una obra o banda que desconocías, anotarte en un walking tour o un evento que haga un recorrido por distintas galerías de arte, hablar con una persona nueva en el gimnasio, dejar que elijan algo por vos. Claro que a veces las sorpresas no son positivas, pero cuando sí lo son, la alegría se dispara. Y si querés una experiencia más controlada (para mis querides soles y lunas en Virgo), podés armarte una cápsula del tiempo: guardá una cajita llena de mensajes amorosos en el fondo de tu placard o deslizá un solo objeto significativo en el bolsillo de tu saco de invierno antes de guardarlo en la primavera. Tu futuro yo te lo va a agradecer.
¿Te animás a pasar vergüenza?
Parece que una de las cosas que se interpone entre la alegría y nosotros, es la vergüenza. El miedo al ridículo nos coharta muchas posibles expresiones de alegría. Vestirnos de colores suena bárbaro hasta que tenés que salir a la calle. Pedirle a tus compañeros armar un karaoke para la fiesta de fin de año puede parecer buena idea hasta que te toca cantar a vos. Invertir en tu alegría puede parecerte una movida superflua considerando la situación del país.
Quizás este tema necesita su propio artículo, pero de momento te propongo quedarte con la idea de que hay un censor de la alegría… y vive adentro tuyo. Si a la hora de aplicar estas 5 ideas te encontrás con una vocecita que busca disuadirte, preguntante a quién pertenece realmente y por qué deberías hacerle caso. Quizás no te animes aún a desafiarla del todo, pero vamos a pasitos. Acordate que “la alegría convoca a la alegría”: quizás tenés que empezar por otro lado, el que te resulte más fácil de implementar. El truco, como ya te dije, es no pensarla demasiado y arrancar. En cuanto empieces a registrar lo hermoso y valioso de cultivar tu propia alegría, no vas a querer parar jamás.